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Un día más, como cada monótono día de mi aburrida vida. Pero no lo era al fin y al cabo, algo era distinto. Era el día en el que se celebran 50 años, así es, medio siglo, y la verdad, es que los cumpleaños en los que se cambia la década, no suelen ser los más felices, no solo por eso, también la soledad y la tristeza reinaban en mí. A pesar de la compañía de mi cálida y alegre mujer, de su disposición hacer de este día uno que recordar, nada podía hacerme sentir bien, y sé por qué. Mi padre, el hombre que me vio crecer, mi persona favorita en el mundo, no se encontraba junto a mí por primera vez en cincuenta años. Su pérdida fue la cosa más terrible, más dolorosa que he vivido. ¿Cómo seguir sin alguien que siempre, no importase qué, estaría allí con una palabra de apoyo?. Lo extrañaba, como a nadie, como a nada, daría lo que fuese por un último abrazo, o una de sus extrañas bromas.

    Mi rutina siguió, mi queridísima esposa, única razón por la cual había seguido, me despertó con el desayuno en la cama como primer regalo. No tenía hambre de todas formas, tenía un nudo en el estómago, una sensación de vacío y muy extraña. No estaba bien, mi corazón dolía de tristeza. Sin ánimos, me levanté para enfrentar otro abrumador día, que se suponía debía ser más feliz que otros. Entré al baño, cerré la puerta y sentí una presencia. Debo estar delirando, pensé. Tuve la sensación de que alguien se encontraba allí junto a mí ¡pero qué incoherencia! el baño estaba vacío. Me miré en el espejo luego de lavarme la cara. Cuando levanté el rostro hacia el vidrio, había alguien, y no era yo. Observé unos segundos, estaba impactado, era la  cara de él, mi padre. Estaba en estado de shock, pero no tenía miedo, como muchos tendrían al ver un rostro de una persona que ha fallecido, era más que nada curiosidad, felicidad, pero a su vez incertidumbre, ¿esto en verdad era producto de mi imaginación? ¿O era una realidad concreta y realmente estaba viendo al hombre que tanto extrañaba?

Luego de un instante, le hablé, apenas atiné a decir “¿Papá?”, estaba sin palabras. Mis lágrimas inundaban la pileta. Al final, era un loco hablándole a un espejo en el que veía a un hombre que ya no estaba, era una locura si lo pensaba. Pero eso no importó cuando escuché esa voz tan familiar y tan protectora. No me dejó ni hablar, lo hizo él, aún recuerdo cada palabra que me dijo:

“Hola, hijo, sh ¡no hables, déjame hacerlo a mí, tampoco llores, muchachito! Sé lo mal que te sientes con mi ausencia diaria, sé que me extrañas tanto que influye en tu felicidad, pero ¡basta de eso! Yo siempre estoy, siempre estuve y siempre estaré de algún modo. No me tendrás para abrazarme, pero si puedes contar conmigo, yo siempre voy a estar aquí Ahora, basta de llantos y de lamentos, quiero verte sonreír, tenés una sola vida, ¡disfrútala! ¡Hazlo por mí! Reí, cantá, gritá, disfruta de tu maravillosa mujer¿Crees que todos tienen la posibilidad de cumplir 50 años? Festeja este día y todos los demás! Ahora sí, disculpa haberte asustado, sé que parece un poco siniestra la idea de aparecer en un espejo, pero ¡no podía verte desperdiciando este día, hijo mío! Debía aparecer de algún modo, aquí estoy, y a partir de ahora, lo estaré siempre que lo deseés, y por favor, vístete y arréglate ¡tu aspecto es terrible!


 

El hombre del espejo

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