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El reencuentro

 

-¡Mi adorada Grauben, te he echado tanto de menos!

-¡Querido Axel! ¡Ha salido el sol con tu regreso!

-Oh Graüben, pensé que no volvería a verte jamás. Ni te imaginas los peligros que acechan en las profundidades del globo y las maravillas que allí también hay. De no ser por nuestro valiente y eficaz guía Hans, no estaría hablando contigo en este momento, amada mía.

-Cuéntame más de tu viaje, cariño.

-Tuvimos que realizar tortuosos viajes en trenes y embarcaciones, pasamos por Dinamarca para luego llegar a Islandia, y durante la travesía en caballos hasta el Sneffels, nos alojamos en hogares de numerosos isleños. Cuando llegamos a lo más alto del volcán, pudimos descender fácilmente por su cráter, ya que tenía una suave pendiente, la cual

bajamos caminando en espiral. Allí, en el fondo del cráter, había tres caminos, tres chimeneas entre las que había  que elegir una. Afortunadamente, el científico que realizó este viaje anteriormente a nosotros, Saknusemm, nos dejó un indicio para saber cuál elegir: durante los últimos días de junio, el sol iba a proyectar la sombra del Scartaris, y esta sombra iba  a rozar los bordes de la ruta que debían seguir. De este modo, íbamos a adentrarnos por este camino, pero cuando entramos, este nos sorprendió con una pendiente absolutamente vertical. Tanto fue mi asombro, que casi me caigo al vacío, pero las hábiles manos de Hans me salvaron la vida. Decidimos bajar utilizando una cuerda, enroscándola en una roca y dejando caer dos

mitades de soga, asi podíamos reutilizarla.     Continuamos hundiéndonos en las entrañas del Globo hasta que llegamos al final de la chimenea, donde nos vimos obligados a elegir uno de los dos sombríos y estrechos caminos. El elegido azarosamente por mi tío fue el túnel del Este, ¡Cómo olvidarla, la ruta sin salida! El calor era sofocante, el camino tendía a ser ascendente, y la falta de agua cada segundo era más notoria. Sufrimos tres agónicos días, en los que la ausencia del agua casi me mata de no haber sido por Otto, quien me otorgó la última ración. Volvimos al punto donde los caminos se bifurcaban, pero la ausencia de agua seguía quitándonos las energías. Estábamos por darnos por vencidos, pero nuestro asombroso guía encontró agua, salvó nuestras vidas y pudimos continuar nuestra travesía por el camino correcto. Hubo un momento en el que me separé del grupo, me perdí, y hasta temí por mi vida, pero no hablemos de detalles espantosos, lo importante es que pude reencontrarme con Hans y con mi tío. Luego de unos días llegamos, aunque no lo creas, a una playa. Sí, una playa en el interior del globo, y todo un mar se extendía ante nosotros. Había un puerto natural, al que mi tío quiso ponerle mi nombre, pero yo quise ponerle el tuyo, vida mía, “Puerto Graüben”.

-¡Qué maravilla!¡Un mar subterráneo!¡Y le pusiste mi nombre al puerto, oh Axel!

-Así es, Graüben. Recorriendo la playas descubrimos animales antigüos vivos, ¡Y hasta el cuerpo aún sin descomponerse de un hombre de antaño! Decidimos que debíamos cruzar el mar, así que Hans armó una balsa con unas maderas fosilizadas que había en aquella playa, y comenzamos a navegar. Habiendo hecho unas cuantas leguas, llegamos a una isla, y luego de una breve parada, continuamos nuestra travesía. Pero terribles tormentas eléctricas se ciñeron sobre nosotros, e incluso nos vimos en el medio de una lucha entre enormes monstruos marinos de tiempos pasados. Tras estos sucesos, por fin llegamos a tierra firme, o al menos eso creíamos: la tormenta nos devolvió al mismo lado del mar del que habíamos partido. Ni te imaginas la ira de mi tío. Pero luego, para nuestra sorpresa, en esta desconocida parte de la playa encontramos un túnel, que tenía una marca hecha por Saknussem. El único problema era que estaba bloqueado por una roca, y tuvimos que ocasionar una explosión para liberar nuestro paso. Yo encendí la mecha de nuestro explosivo y corrí hacia la balsa donde estaban Hans y el tío Lidenbrock, subimos a ella por precaución. Pero cuando se abrió el camino, el mar comenzó a escurrirse por él, y bajamos a altas velocidades en nuestra balsa, hasta que en un momento, el agua nos invadió un breve instante en el cual creí que nos ahogaríamos, pero luego bajó, y empezó a impulsarnos hacia arriba. Tenía miedo, no sabía en qué concluía aquello y ya no nos quedaban provisiones, pero el profesor tenía la teoría de que el agua nos sacaría en la erupción de un volcán. Por suerte, él tenía razón: nos escupió el volcán de una montaña en Sicilia, Italia. Un paradisíaco paisaje, para lo que estábamos acostumbrados desde hacía unos meses. De allí volvimos a casa, Graüben, y debes saber, que en cada momento en que pensé que mi vida acabaría, pensaba en ti, y en que no te volvería a ver.

-Pero aquí estoy, Axel, aliviada de que estés a salvo y junto a mí, y ansiosa por casarme con el amor de mi vida, quien es ahora un héroe de la historia. Vamos, necesitas descansar y reponerte, has tenido unos meses agotadores.   

 

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